La obra de arte en Gadamer
Vanessa Alejandra Tovar Curiel
Alumna de Estudios e Historia de las Artes
UCSJ
La obra de arte en Gadamer
Resumen
En este escrito se hablará acerca de la hermenéutica gadameriana, y cómo ésta influye en la obra de arte. Se tratará un ejemplo muy conocido, el Éxtasis de Santa Teresa, que se verá desde la perspectiva en que Gadamer postularía el papel de la hermenéutica. También se analizarán conceptos que el filósofo propone, para ser explicados desde una perspectiva artística y teórica. Lo importante, es que el lector aprenderá a dimensionar la hermenéutica en diversas obras de arte, y generará su argumentación para construir su propio discurso artístico, ya no de una manera académica, sino trascendental.
Después de obtener un consecutivo bagaje de la filosofía gadameriana, pienso que la manera en que Gadamer ve el arte, es muy propia, sin embargo, es pertinente decir que coincido en algunas opiniones que él tiene acerca de cómo define a la obra de arte en varios de sus escritos. No obstante, en este escrito, me interesa adentrarme más en su obra titulada Estética y hermenéutica. Claro, me gustaría volver a retomar algunos conceptos sin los cuales no podría describir de manera adecuada, la hermenéutica del filósofo alemán.
La hermenéutica no sólo es una ciencia de la interpretación, como muchos, incluyéndome, la conocemos. Es un camino que rompe estructuras metodológicas en el quehacer artístico y que se centra en la experiencia y en la vivencia del sujeto al vincularse con la obra de arte. A mi parecer, lo anterior es una propuesta, aunque filosófica muy adelantada a nuestra época, ya que muchas veces nos relacionamos con el arte de manera inadecuada, y el mejor modo de romper con ese paradigma muy banal, que se tiene con la obra de arte, es a través de la hermenéutica de Gadamer.
De acuerdo con lo anterior, conforme he leído sus propuestas hermenéuticas, he concordado con lo que postula, sobre la conexión sujeto y obra. Desde mi punto de vista, los conceptos que mantienen firme esta postura filosófica, son: el juego, la ocasionalidad, la imagen y por supuesto, las tres esferas gadamerianas (la presencia, lo trágico y el auto-olvido). Conceptos que son una repercusión de cada uno y que, con la falta de alguno, no se obtendría una experiencia estética o hermenéutica, como lo dicta Gadamer.
No hay que olvidar que la obra de arte en sí misma, es esencia y no necesita del artista ni del espectador para serlo. La obra ya es, cuando la esencia misma de su ser es representación a partir del juego del que habla Gadamer, ese proceso en el que el comportamiento del espectador debe estar dispuesto a toda exigencia de la obra de arte, y que es mediante este juego que el espectador puede obtener una experiencia estética, que no sería existente sin las tríadas esféricas. La presencia, significa el hacerse presente con la obra, porque la obra tiene presencia por sí misma, y aunque se haya realizado siglos antes, no es de importancia para Gadamer, porque la obra siempre tendrá su esencia y, por lo tanto, siempre será presente, independientemente del espacio en donde se encuentre.
Claro que el espacio lúdico al que hace referencia Gadamer, es importante, pues es a partir de éste que el juego se lleva a cabo. Por lo tanto, si una pintura se exhibe, por ejemplo, en una calle, no tendría la misma recepción que en un museo. Otro espacio muy recurrente donde a menudo se exhiben las obras artísticas, es en las iglesias. Teniendo preconcebido que la iglesia es un espacio de culto a una de las religiones occidentales más globales, el cristianismo; se cuelgan en sus paredes obras que adquieren otra connotación por la temática vinculante con la religión.
Sería interesante responder a lo que ocurre con el juego en este espacio. Imaginemos, por ejemplo, el Éxtasis de Santa Teresa, ubicada en la Iglesia de Santa María de la Victoria. Vemos la escultura, es un espacio lo suficientemente apartado de las personas que van sólo para rendir culto religioso, aunque quien la quiera ver puede acudir fácilmente al espacio donde se encuentra, y sumergirse en este juego con la obra escultórica. Pienso que no influye el espacio, en la experiencia que se tenga, la obra de arte es autónoma y el espectador independientemente de que se encuentre en una iglesia en Roma, puede obtener esta experiencia, sin prejuicios, dejando hablar a la obra. No importa que la obra atente a la temática religiosa, independientemente de su temática y de lo que represente, la obra es en sí y para sí. Sin embargo, no hay que dejar que escape la importancia a la pregunta, como lo relata Gadamer en su texto Sobre la lectura de edificios y de cuadros.
La pregunta, es el medio por el cual se puede comprender una obra, y es el primer paso que el espectador realiza para volverse parte del juego, pero hay dos tipos de pregunta: la primera, responde al aspecto iconográfico; a lo que la obra representa visualmente y la segunda (la más importante), recurre a lo que nos dice el cuadro. Este acontecer, este juego de intercambio al que Gadamer hace referencia, es sólo entre la obra y el jugador. Se podría decir que se establece un diálogo entre ambas partes, y hay también un intercambio de participación (un vaivén).
El espectador, al interrelacionarse con la obra, debe dejar hablar a ésta (como obra en sí, no como lo que representa) y participar en ella, para así poder comprenderla, estando presente para ésta. A partir de este proceso, se recurre al auto-olvido y a lo trágico, que es una consecuencia o un resultado del estar presente con la obra, sin prestarle atención a los que no están participando en el juego. La experiencia obtenida, debe ser una parte de la respuesta, a la pregunta que el espectador se hace al estar con la obra.
La parte restante es el saber iconográfico, esto no significa, que nuestra interpretación tenga que basarse en lo representado. Al momento de leer un cuadro, dice Gadamer: “¿Es una especie de reproducción interna, igual que una representación teatral es una representación expuesta a lo sensible?”[1]. Gadamer, al mencionar dicha pregunta, responde que la lectura no se trata de esto, en el arte, no es producir en la imaginación historias de acuerdo a lo que se representa en el cuadro.
Es a partir de esto, que el espectador comprende a la obra, y por dejarla ser; deja que hable. A partir de la conversación, se comprende a la obra. Asimilar dicha coherencia argumentativa que Gadamer sostiene, puede ser un costoso trabajo para un historiador del arte, ya que siempre al hablar de una pintura (u otra pieza artística) tenemos que remitir a la iconografía de lo representado. En cambio, Gadamer sostiene que la obra es en sí misma, y para comprenderla no hay que depender del saber histórico o iconográfico. Gadamer no refuta, en que no sea útil la iconografía, pero no significa que deba de abarcar toda nuestra comprensión cuando estemos delante de una obra.
También explica que, la obra es como una lectura, pues lo representado que hay en ella son palabras, pero la clave está en saber leer a la obra y en comprenderla adecuadamente, para no fallar como jugadores. El arte no puede someterse a los criterios académicos, impuestos por estrategias metodológicas, en esto no consiste la hermenéutica, ya que siempre, la experiencia que haya entre obra y sujeto será distinta y nunca se podrá explicar ante un método. De ser así, seríamos unos aguafiestas. También hay que pensar en la función de la fiesta, como un acontecimiento de repetición, pero sin tener la misma experiencia y, por lo tanto, comprenderla de una manera distinta, cada vez que se realice.
En este vaivén, que se establece en el juego entre la obra y el espectador, puede ocurrir la fusión de horizontes. Pienso que Gadamer ahonda más en este concepto, con lo siguiente: “supone todo un proceso de formación interior hasta que se empiezan a encontrar, para las observaciones sobre un cuadro […] los puntos de vista <<correctos>>, que llegan a ser realmente fecundos para el contexto de comprensión de lo dado [por la obra]”[2]. La comprensión, es un proceso por el cual el espectador debe de llegar, pero es mediante la fusión de horizontes; que la obra de arte va adquiriendo sentido para quien está presente en ella, se trata de participar en ella y tener una comunicación en común, para darle inicio a esta relación de participación mutua y atravesar este horizonte de expectativas del que habla Gadamer, mediante esta relación entre obra y sujeto.
El vínculo que he asociado con lo iconográfico de una obra, es con el enmudecer de ésta, en la que para Gadamer se refiere al mundo que nos rodea. Lo contrario sería una obra recitada, en la que se repiten imágenes clásicas. Esto puede entenderse mejor con esta cita: “La libertad para la configuración del cuadro comienza aquí ya, en cierto modo, con su contenido […] esa libertad de la composición moderna del cuadro, en la cual no queda ya ningún resto de mímesis, y en la que domina un silencio completo”[3].
Si no estoy mal, para Gadamer el enmudecer de una pintura, una escultura o una obra arquitectónica, es benéfico para que haya una experiencia estética y que el espectador no sólo apele de manera académica a la repetición de elementos clásicos que hagan comprender o explicar una obra. Al fin, la obra de arte puede desprenderse de lo representado, de lo plasmado iconográficamente en la tradición académica. Ésta no depende de la naturaleza, como lo suelen pensar académicos sumisos a la mimesis para la creación artística. Por su propia esencia; la obra de arte tiene naturaleza, se necesita en sí, por eso siempre está y permanecerá ahí, presente. Es lo que Gadamer llama, una obra recta, en la que menciona: “es aquella en la que nada falta y nada es demasiado, a la que no se puede añadir nada y a la que no se le debe quitar nada”. La obra de arte, es siempre suficiente para sí y en sí, no depende de lo repetitivo, de lo académico, como es el arte clasicista.
He aquí se puede ver una premisa fundamental, de la obra de Gadamer, la miseria de símbolos o como bien lo explica, la renuncia a los símbolos que equivale al distanciamiento de lo que se reconoce en alguna obra artística, como la absoluta determinación de lo que es el arte en el presente, de esta manera yo interpreto sus palabras. También adjudica en este posicionamiento, la carencia de clave, por ejemplo, en una obra pictórica se puede representar algo que tenga una falta de símbolos, pero también lo que nos rodea, y como él explica: “hay una conexión de sentido en todo lo que nos rodea como configuración del arte moderno, pero una conexión de sentido carente de clave”. Una obra entonces, puede tener alguna conexión de sentido compulsivo, pero una carencia de lo que se refleja en ella. Los símbolos son parte de este papel, aunque no tienen la función de descifrar la misma desfiguración [lo que se conoce] de lo que nos rodea y no se puede realizar con lo que ya se conoce.
No obstante, lo anterior no quiere decir, que por más que veamos la representación de símbolos totalmente lejanos a nuestra existencia y que se refleje la multiplicidad de estratos de nuestro ser en una obra, no se permita que comprendamos a la misma y que lleguemos a una fusión de horizontes con ella. Es mediante la sustancia, que es el espíritu que puede unirnos a los mundos lejanos representados, que se puede comprender a la obra, porque a partir del gesto, se representa lo que como seres humanos podemos llegar a alcanzar, la realidad extendida que sostiene a nuestra naturaleza humana. Pues como el mismo Gadamer sostiene: “lo que el gesto [lo sustancial] dice como gesto [porque lleva en sí su significado] es todo su propio ser [del sentido][4]”. Al pasar por este esquema gestual, los símbolos descifrados en la desfiguración, se convierten en la obra que le habla al espectador, pues en ella sólo hay lo que nosotros como seres humanos podemos comprender al reconocernos. Qué gran labor hace el artista al concentrar en una obra, todo gesto que remita a la naturaleza de la desfiguración, por medio de la forma griega.
Para finalizar, después de todo el compendio de lo aprendido por Gadamer, en la obra de arte, un artista o un teórico del arte, puede tener las herramientas necesarias para no recaer en lo metódico del arte, e irse por lo vivencial que hay en él.
Bibliografía
- Gadamer, Hans-Georg, Estética y Hermenéutica, trad. Antonio Gómez Ramos, segunda edición, Ed. Tecnos, España, 1998.
[1] Gadamer, Hans-Georg, Estética y Hermenéutica, p.262.
[2] Gadamer, Hans-Georg, Estética y Hermenéutica, p.263.
[3] Gadamer, Hans-Georg, Estética y Hermenéutica, p.237.
[4] Gadamer, Hans-Georg, Estética y Hermenéutica, p.250.