Olas del feminismo: la perenne búsqueda de la igualdad

Olas del feminismo: la perenne búsqueda de la igualdad

Olas del feminismo: la perenne búsqueda de la igualdad

 Melissa Fernández Chagoya[1] 

Las olas del feminismo, así como las olas del mar, son irrepetibles aunque respondan a patrones; algunas llegan con más fuerza y lo derriban todo, otras por el contrario acarician y suavizan el territorio y la política. Cada ola trae consigo su vaivén y sus demandas políticas, su textura y sus agendas acompañadas siempre de su potencia: las mujeres. Y aunque sea importante cuestionar su delimitación geopolítica ciertamente arbitraria, en lo personal las considero pertinentes, cuando menos, para tener un panoráma general del recorrido feminista. Es precisamente con ese objetivo que ofrezco el presente artículo.

Como una primera definición sugiero pensar al feminismo como un conjunto de teorías, metodologías y prácticas políticas que buscan describir y criticar las relaciones de poder históricamente adscritas a los sexos, con el fin de conocer y dar lugar a la experiencia de las mujeres o aquello que se ha construido como lo “femenino”. Historizar la opresión sistemática de las mujeres, y de otras identidades subalternas, en mi opinión, ha caracterizado al feminismo, y éste haya sus orígenes documentados en Occidente, en un largo periodo entre la Ilustración y la Revolución Industrial.

Un efervescente e incipiente debate es aquel que enuncia el principio de la cuarta ola del feminismo. De existir, sería definida por la tecnología y las  herramientas que están permitiendo a las mujeres construir un movimiento online fuerte, popular, reactivo. Su contexto histórico es, en efecto, la actualidad, y es conformado por personas mayoritariamente mujeres entre los 20 y 40 años.

Se adjudica su principio a las manifestaciones de las activistas que se autodenominan Pussy Riots, mujeres de origen ruso que hacen tomas públicas, denunciando determinadas injusticias, aunque hay otras manifestaciones ubicadas geopolíticamente fuera de los márgenes occidentales.

La hiperconectividad es, quizá, la primera pulsión de esta tendencia actual en los feminismos. El ciberfeminismo es acuñado también en esta incipiente ola y se asume que la tecnología, la apropiación de la misma, garantiza la toma de consciencia y la capacidad de agencia. Pertinente sigue resultando responder hoy en día ¿qué busca el feminismo… y las feministas?

1ª  ola del feminismo: “con a de humanas”

Finales del Siglo XVII y mediados del Siglo XIX. Las feministas de la primera ola buscaban reivindicar la naturaleza de las mujeres, evidenciar la jerarquía de los sexos para de ese modo superar los obstáculos legales que imposibilitaban la igualdad (sufragio femenino, derechos de propiedad, etc.).

Marcela Lagarde, antropóloga mexicana, a quien preferimos llamar merecidamente Marcela La Grande, nos explica cómo fue necesario hacernos humanas, en otras palabras, explicar al mundo que éramos iguales que “el Hombre”, aquel que impone los parámetros actuales sobre lo “humano”[2].

En este contexto también conocido como Feminismo Moderno, podemos ubicar en 1791 el primer acto feminista enunciando la ausencia de la mujer en los Derechos Fundamentales del Hombre declarando los Derechos de la mujer y la ciudadanía. Esto se debe a la francesa Olympe de Gouges quien poco tiempo después fuera asesinada en la guillotina.  En 1792, la inglesa Mary Wollstencraft publica la Vindicación de los Derechos de la mujer[3]:

De acuerdo con su experiencia en este terreno –primero como mujer, hija y hermana, más tarde como institutriz y profesora, después como teórica y filósofa y por último, como madre, en Vindicación, la filósofa se propuso analizar y criticar los principales materiales al respecto, centrando su atención sobre todo en los documentos redactados por espíritus que compartían con ella los principios e ideales del pensamiento ilustrado. Sólo ocasionalmente y siempre con fines comparativos se ocupó de escritos que documentaban la educación tradicional-cortesana de las mujeres[4].

Es el pensamiento, y las acciones francesas e inglesas, quienes parecieran ser el origen del feminismo, pero no, en otros vectores del globo terráqueo también estaban ocurriendo cosas ciertamente impensables.  

Tan solo cien años antes, en 1692, Sor Juana Inés de la Cruz publica “Primero sueño”. Si bien ese poema no adquiere el estatuto de pliego, reforma, ni escrito de ley, sí hace alusión a la visión libertaria que Sor Juana anhelaba para sí, y para todas las mujeres. Ese papelillo (sic) debe ser considerado como la manifestación y la exigencia de libertad que rondaba desde este lugar a las mujeres, o al menos aquellas que ya permitían soñar. Así también en su Carta atenagórica discute la naturaleza de la mujer y su relación con el conocimiento[5]

Sor Juana visionariamente discutía y reflexionaba en torno a la situación de las mujeres un siglo antes antes de las que consideramos las pioneras de lo que hoy en día conocemos como el feminismo occidental, que antes indiqué como el primero documentado: “cercana a la modernidad no sólo porque se acerca a algunas propuestas cartesianas, sino precisamente porque exhibe, junto a las formas argumentativas de la escolástica, ideas humanistas, imágenes herméticas y una actitud crítica ante el conocimiento que me parece ser el signo más importante de su modernidad filosófica”[6].

Por lejana que parezca, la primera ola es muy importante para entender la situación actual de las mujeres. En el siglo XIX surge por primera vez el feminismo de carácter internacional para dar respuesta a los problemas que estaban generando la revolución industrial y el capitalismo. A saber, se divide en 4 tendencias de pensamiento-acción: el Movimiento sufragista con el que comienza la reivindicación del derecho a voto de las mujeres[7]; por ejemplo, en Estados Unidos se aprobó uno de los textos del sufragio en 1848 mientras que en Europa fue hasta 1928 que se permitió el voto a mujeres y en México el 17 de octubre de 1953; el Feminismo socialista, aquel que propone la vuelta a pequeñas comunidades para desarrollar la igualdad tanto social como de sexo. Una máxima exponente de esta corriente es Flora Tristán con su obra Unión obrera publicada en 1843 en la que dedica un capítulo a hablar de la situación de la mujer[8].

 La tercera tendencia, el Feminismo marxista que ofreció una nueva explicación del origen de la opresión de las mujeres y una nueva estrategia para su independencia. Prestó atención a la explotación económica y sexual de la mujer; desde este análisis el cuerpo de las mujeres es el objeto de apropiación y el medio para la explotación. Primo-hermano, el Movimiento anarquista, hoy en día conocido como anarcofeminismo, que contó con numerosas mujeres que contribuyeron en la lucha de la igualdad a pesar de que varones de este movimiento tuvieran posturas anti-igualatorias.

Esta ola significa el logro del posicionamiento que hoy en día gozamos las mujeres. Una larga, intempestiva y atropellada marea histórica a la que debemos prácticamente todo lo que hoy somos.

2ª  ola del feminismo. Igualdad ante la ley: igualdad desde las diferencias “naturales”

Breve pero potente ola es aquella que se propone entre 1950 y 1980; aquella que busca desvelar la desigualdad no-oficial (de facto), apelar a la sexualidad de las mujeres a manera de apropiación del cuerpo, lo que consigo involucra debates sobre el papel de la mujer en la familia y en el trabajo. En este contexto se logran los Derechos Sexuales, los Derechos Reproductivos y algo de suma importancia que se empieza a gestar, paradójicamente: el derecho a no reproducirse. La violencia contra las mujeres es tema central en la agenda feminista y en este contexto principia en buena medida el debate sobre lo público – lo privado.

Tres tendencias de pensamiento-acción surgen de esta ola: el Feminismo liberal mismo que define la situación de la mujer como una desigualdad, no como una opresión, y postula la reforma del sistema para lograr la igualdad. Betty Friedan, mayor exponente del feminismo liberal, ayudó a fundar en 1966 la “Organización Nacional para la Mujeres”. Su texto La mística de la feminidad representa una lectura obligada para quienes se adentran en esos “malestares sin nombre”[9].

Por su parte el Feminismo radical, actualmente el más desquerido y no obstante el más desconocido, busca luchar contra el patriarcado desestabilizando la división sexual del trabajo. Una de las aportaciones más significativas de esta tendencia es la organización de los grupos de autoconciencia que buscaban existir a la “mujer” como categoría política y sujeto de derechos, y no como una esencia, a diferencia del feminismo liberal. Una exponente del feminismo radical es precisamente Kate Millet a quien le debemos la multicitada frase: “lo personal es político”[10].

El Feminismo de la diferencia, aquel que en la actualidad más aceptación tiene y es incluso calificado como “políticamente correcto”. Busca rescatar y valorar lo considerado femenino para que, en efecto, ser mujer sea hermoso (sic). Las corrientes acuñadas en este feminismo igualan la liberación de las mujeres con el desarrollo social y asumen que las mujeres son diferentes a los hombres pero ante la ley deben ser iguales. Se asume que la equidad pueda ser la salida al problema de la desigualdad[11].

3ª  ola del feminismo: después de todo y en medio de la globalización

La tercera ola se presenta como la respuesta a los fallos percibidos en 2° ola, esto es la esencialización, la naturalización y la homologación de experiencias “femeninas”. Se apuesta por pensar y existir a las mujer-ES considerando en primera instancia las diferentes categorías que construyen las corporalidades. Aspectos como raza, clase, sexualidad, género, edad, nacionalidad, entre otros, son fundamentales para conocer la situación y la condición de eso que hemos construido como “mujer”[12]. En la tercera ola se busca desvelar diferentes mecanismos de opresión que imposibilitan materializar la igualdad.  Aquí y con más fuerza se despliega lo que conocemos como las teorías contemporáneas de género[13], que serían propias de otro trabajo de mayor extensión, razón por la cual no nos detendremos en ellas.

Desafíos para la 4ª  ola a manera de conclusión

Durante la primera ola se estableció que el termino igualdad aludía, como bien lo indica Luigi Ferragoli,  a un intento de universalización del sujeto masculino que también en el plano normativo excluye –no contempla, desplaza, ignora– al sujeto femenino, discriminándolo en el goce de muchos de los derechos que se dicen universales[14]. Siguiendo esta crítica, la segunda ola apelaría a la Igualdad en los derechos del hombre y del ciudadano que, sin embargo, precisamente porque está basada en la asunción del sujeto masculino como parámetro, se resuelve en la asimilación jurídica de las mujeres a los varones y, por consiguiente, en una ficción de igualdad que deja de hecho sobrevivir a la desigualdad como producto del desconocimiento de la diferencia[15].

Es la tercera ola aquella que crítica la Igualdad jurídica que, al no hacerse cargo de las diferencias y de su concreta relevancia en las relaciones sociales, está destinada a permanecer ampliamente inefectiva y a ser desmentida por las desigualdades concretas en las que de hecho se transmutan las diferencias. Se denuncia, desde este lugar, que la igualdad es relativa sólo a una parte privilegiada de seres humanos arbitrariamente confundidos con la totalidad.

La cuarta ola se antoja para responder una serie de preguntas que emanan de eso que nos dejó la tercera ola: los avatares de la modernidad y la contemporaneidad, léase, por ejemplo,  ¿cómo trascender de la consciencia de opresor-oprimido? ¿Apostar por una reflexión y práctica ética con la subalternidad?  ¿Cómo opera la raza, la clase, la sexualidad, la edad y la nacionalidad en las formas de materializar la igualdad? ¿Cómo des-habitar la desigualdad? Quizá vaya siendo tiempo de apostar por un feminismo híbrido que no sea lo que se ha sido, un feminismo consciente de los elementos que lo componen en donde la igualdad deba seguir siendo la asignatura pendiente y es durante la cuarta ola que al fin aprendamos a ser iguales, manteniendo nuestra a de humanas o, quizá, por el contrario, ya no nos interese aprender a ser eso que hicieron de nosotras...

¿Qué loca ambición nos lleva
de nosotros olvidados?
Si es para vivir tan poco,
¿de qué sirve saber tanto?
¡Oh, si como hay de saber,
hubiera algún seminario
o escuela donde a ignorar
se enseñaran los trabajos![16]

Sor Juana Inés de la Cruz

Bibliografía

Benítez Grobet, Laura, “Algunas reflexiones sobre el filosofar de las mujeres en la modernidad temprana” en Platas, Viridiana y Leonel Toledo (coords.),  Filósofas de la Modernidad temprana y la Ilustración, Colección Investigación Colectiva 8, Biblioteca Digital de Humanidades, Universidad Veracruzana, Xalapa, 2014.

De la Cruz, Juana Inés, Obras Completas, Porrúa, México, 2010, 16º ed.

Ferrajoli, Luigi, Derechos y garantías. La ley del más débil, Madrid, Trotta, 1999.

Friedan, Betty, La mística de la feminidad, Cátedra, Valencia, 2016.

Lagarde, Marcela, “Violencia de género y paz social unidas por la vida y la libertad de las mujeres” en 10 Años de Historia 1995-2005. Hilando Redes, Asociación Seminario Mujer Latinoamericana – Mujer Andaluza, Granada, 1998, pp. 23-34.

León Hernández, Luz Stella, “François Poulain de la Barre: feminismo y modernidad' en Celia Amoros, Tiempo de feminismo, Ediciones Cátedra, Valencia, 2010, pp. 43-89.

Millet, Kate, Política sexual, Cátedra, Valencia, 2010.

Moctezuma Perea, Isaac P. “La critica de Mary Wollstonecraft a la ética cortesana y caballeresca” en Platas, V. y Leonel Toledo (coords.),  Filósofas de la Modernidad temprana y la Ilustración, Colección Investigación Colectiva 8, Biblioteca Digital de Humanidades, Universidad Veracruzana, Xalapa, 2014.

Tristán, Flora. Unión obrera, México, Fontamara, 1993.

[1] Forma parte del Sistema Nacional de Investigadores del CONACyT en el área 5 Ciencias Sociales. Es Doctora en Ciencias Sociales por la Universidad Autónoma Metropolitana; su tesis fue premiada con la Mención Académica 2015 y será publicada en el Centro de Estudios de Antropología de la Mujer. Cuenta con un Master 2 en Género y desarrollo por la Université Diderot-Paris 7. Es Maestra en Estudios de Género y Cultura con Mención en Ciencias Sociales por la Universidad de Chile, y es Antropóloga social por la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Actualmente se desempeña como profesora-investigadora en la Universidad del Claustro de Sor Juana donde además coordina el Seminario en estudios de género: teorías contemporáneas y acción política.

[2] Lagarde, Marcela, “Violencia de género y paz social unidas por la vida y la libertad de las mujeres” en 10 Años de Historia 1995-2005. Hilando Redes, Asociación Seminario Mujer Latinoamericana – Mujer Andaluza, Granada, 1998, pp. 23-34.

[3] León Hernández, Luz Stella, “François Poulain de la Barre: feminismo y modernidad' en Celia Amorós, Tiempo de feminismo, Ediciones Cátedra, Valencia, 2010, pp. 43-89.

[4] Moctezuma Perea, Isaac P. “La critica de Mary Wollstonecraft a la ética cortesana y caballeresca” en Platas, Viridiana y Leonel Toledo (coords.),  Filósofas de la Modernidad temprana y la Ilustración, Colección Investigación Colectiva 8, Biblioteca Digital de Humanidades, Universidad Veracruzana, Xalapa, 2014. Pp. 117

[5] Benítez Grobet, Laura, “Algunas reflexiones sobre el filosofar de las mujeres en la modernidad temprana” en Platas, Viridiana y Leonel Toledo (coords.),  Filósofas de la Modernidad temprana y la Ilustración, Colección Investigación Colectiva 8, Biblioteca Digital de Humanidades, Universidad Veracruzana, Xalapa, 2014. Pp. 15.

[6] Ibídem. Op cit. Pp. 17.

[7] Issac Moctezuma Perea en su artículo “La crítica de Mary Wollstonecraft a la ética cortesana y caballeresca”, plantea que fueron las ideas de Wollstonescraft las que propiciaron este logro político de las mujeres; con la autora se empezó a elucubrar lo que 100 años después al fin se materializó: la participación política formal de las mujeres a través del derecho al voto.

[8] Tristán, Flora. Unión obrera, México, Fontamara, 1993.

[9] Friedan, Betty, La mística de la feminidad, Cátedra, Valencia, 2016.

[10] Millet, Kate, Política sexual, Cátedra, Valencia, 2010.

[11] Equidad e igualdad son nociones frecuentemente ocupadas en los discursos políticos en materia de creación de políticas públicas con perspectiva de género. La equidad, grosso modo, hace referencia a la búsqueda de la igualdad entre hombres y mujeres tomando en cuenta las necesidades específicas que tenemos las mujeres; se asume que éstas son históricamente distintas a las de los hombres. Por su parte, la igualdad, hace referencia a al hecho de acceder y ejercer a los mismos derechos, es decir, igualdad ante la ley (Instituto Nacional de las Mujeres. CEDAW. Convención de la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer, México, 2012).

[12] Las teorías de la interseccionalidad representan una muestra de lo que tercera ola deja para las problematizaciones feministas. Autoras como la colombiana Mara Viveros, o la sudafricana Zime Magubane, entre otras, son algunas de sus exponentes.

[13] Poscolonialismo y descolonialismo feminista, teoría queer, feminismo comunitario e indígena, feminismo chicano, black feminism, feminismo lésbico, transfeminismo, entre otras.

[14] Ferrajoli, Luigi, Derechos y garantías. La ley del más débil, Madrid, Trotta, 1999, pp. 73-96.

[15] Idem.

[16] Fragmento de poema Finjamos que soy feliz (sin fecha conjeturable).

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